lunes, 12 de septiembre de 2016

SABIDURIA (1)


1:5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. 

1:6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. 


Primero debemos definir que es Sabiduría:

Sabiduria. Las palabras más comunes para sabiduría en el AT son en heb. hakham y formas afines, y en gr. sophia. La sabiduría es, en Dios, la comprensión infinita y perfecta de todo lo que es o pudiera ser (Romanos 11:33-36). Dios es la fuente de la sabiduría tanto como del poder y por el temor del Señor la sabiduría es dada a las personas (Job 28:28; Salmo 111:10). La sabiduría es un atributo eminentemente práctico en el hombre, incluyendo habilidad técnica (Éxodo 28:3), proeza militar (Isaías 10:13) y astucia para fines cuestionables (1 Reyes 2:6). La sabiduría se muestra al obtener los fines deseados por medios efectivos. Las gentes del mundo son a menudo más sabias en su generación que los hijos de luz (Lucas 16:8). La sabiduría de Salomón era de vastos alcances en su habilidad de estadista (1 Reyes 10:23, 24); en entendimiento de la naturaleza humana (1 Reyes 3:16-25); y en historia natural, literatura y proverbios populares (1 Reyes 4:29-34). La sabiduría es personificada (Proverbios 8) en términos relacionados con el concepto del Verbo en Juan 1:1-18, y llegó a ser uno de los nombres de Dios el Padre y el Hijo, el Espíritu Santo siendo el Espíritu de Sabiduría.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano


La principal inquietud que me tuve cuando me egresé de la escuela secundaria es la obtención de la sabiduría. Varios familiares y amigos me aconsejaban que carrera universidad debía de estudiar o carrera técnica debía elegir, pero para ambas situaciones se necesitaba tener sabiduría e inteligencia.  Ninguna materia en los cursos dictados en la escuela secundaria, ni en la misma universidad te permiten incrementar tu nivel de sabiduría, pues todos los cursos están enfocados a brindar conocimientos que hasta ese momento todos los estudiantes no poseen y por lo tanto necesitan construir una base para su posterior carrera. Pero, si ni la escuela, ni universidad aumentan tu nivel de sabiduría, entonces que se necesita para esto. Las Sagradas Escrituras nos enseñan que El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría 8 y la enseñanza” (Prov. 1:7)




Entonces, ¿por qué dicen las Escrituras que “el temor de Jehová” es el principio de la sabiduría? La sabiduría que se menciona en Santiago 1:5 está relacionada a la sabiduría que es adquirida por el Eterno que nos brinda a soportar nuestras pruebas que están mencionadas un versículo anterior en Santiago 1:4. Son las experiencias que hemos vivido junto a Jehová, y en las que El mismo nos ha socorrido para salir victoriosos. Pero no es solo eso, sino que también es el profundo respeto y admirable temor hacia su Divina Persona la que nos obliga a vivir en obediencia a Él. La obediencia es la consigna de todo creyente y el tributo mínimo que debemos pagar hacia aquel que nos creó, salvo y ayuda en todo.



Con esa sabiduría que Dios nos da, podemos resolver problemas parecidos, conflictos similares e incluso aconsejar a quienes padecen las mismas aflicciones que en algún momento nosotros experimentamos. Y las mismas Escrituras nos indican que debemos pedírselas “…a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.” ¡Que maravilloso tener a un Padre Celestial que no nos encara nada! Usted y yo podemos pedírsela a Dios sin que posteriormente nos recrimine. En otras traducciones podemos leer este mismo versículo “y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie”. Dios no hace excepción, ni acepción de personas por lo que podemos estar confiados y agradecidos que el generosamente nos dará la sabiduría necesaria y abundante que necesitamos, sin recibir regaños posteriormente.


El único requisito para obtener este “regalo” de parte de Dios, es pedir con fe. Y esta fe es una plena certeza de que Dios está pendiente de nosotros, que nunca nos abandonara. La Carta de Santiago nos insta a pedir “…con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”. Quizas es la parte que parece más sencillo, pero para muchos es sumamente difícil, pues hemos sido criados en un contexto donde nos dicen que debemos “ver para creer” o que “nada cae del cielo”. Para que este milagro suceda debemos de nacer de nuevo, debemos de borrar todas las cosas aprendidas por nuestra cultura y debemos de dejar de hacer las cosas a nuestra manera; debemos hacer las cosas a la manera de Cristo.


El cristianismo es un estilo de vida, no es solo una religión llena de normas y reglas ceremoniales y buenos deseos para el prójimo. El cristianismo es mucho más que eso, porque significa confiar en que Dios siempre estará al cuidado de nosotros, para dejarle que el actué en nuestras vidas. No podemos ser inconstantes y creer por un día, una semana o un mes; la confianza absoluta en tu Creador es constante y toda la vida. Por eso Santiago compara a la persona que duda como a las olas del mar que son arrastradas; y justamente el ser humano que no confía en Dios es una persona que se deja guiar por las costumbres de este mundo y por los consejos de las amistades que muchas veces están lejos de la Voluntad Divina. Te invito a que juntos podamos decirle todos los días a nuestro Creador “te ruego mi Rey, que se haga tu Voluntad y no la mía, porque confío ciegamente en que tú siempre me libraras de todos mis problemas”

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